We
arrived in New York from Mexico City in the afternoon—it was my
first time. The goal was to attend the opening of the 12
Mexican Street Artists group
exhibition at the Dorian Grey Gallery, in which I showed some work.
The
opening was a success. Many acquaintances, collectors and celebrities
like Martha Cooper, were there. I’ve had a good relationship with
her since we met in Miami in 2011 and worked on the same project. It
was a pleasure to meet her again, and to share this moment with
several colleagues and Mexicans living in New York, who were pleased
to have us there.
Along
with Kapta—who has been documenting my work photographically, and
now in video—I painted a wall in Brooklyn that impressed people,
because the neighbors are familiar with graffiti. They asked me
interesting questions: “What are you painting? How much does a
mural like this cost? Are you using spray cans?
Without
exaggeration, the way we arrived in New York was very special, almost
spiritual—something related to the energy. At first I didn’t have
a wall lined up to paint, so we calmly spent time with colleagues who
were painting. In other place, we knew Raz Laba, the spiritual leader
of the The Wailers, and also Peter Tosh, as we realized later, when
we got closer to him.
Later
on we went to his garage, where I painted a fabulous brick-wall,
typical of the architecture of that city. Visible from the street,
the place looked like a warehouse; inside were a small plane, ancient
motorcycles, old pianos and a bunch of interesting items—all really
antique—the raw material for constructing,
designing
and decorating Raz Laba’s restaurant, around the corner, a few
steps from my painting. The whole thing created a special atmosphere,
full of stories and memories.
We
did a mural titled The
Big Jump [El
gran salto]. Previously, I was interested in the shapes of a
grasshopper, so painting one seemed a good idea, both because of its
symbolism and ability to jump so high, which only grasshoppers know
how to do. The allusion was the “big jump” that immigrants from
all over the world make when they arrive in New York looking for the
American dream. This has contributed to creating one of the biggest,
most interesting and diverse countries, not only on the continent,
but also in the world.
Sharing
my work in New York, capital of the world and of several artistic and
cultural influences, was a great experience. We are very glad and
hoping to go back.
Por la tarde, llegamos a Nueva York —era la
primera vez para mí— provenientes de la ciudad de México. El
objetivo era inaugurar la muestra colectiva 12
Mexican Street Artists en la Dorian
Grey Gallery, en la que participamos doce artistas mexicanos que
desarrollamos trabajo en las calles.
La inauguración fue un éxito. Asistieron
muchos conocidos, coleccionistas y personalidades como Martha Cooper,
con quien tengo una buena amistad desde que nos conocimos en Miami a
finales de 2011, y en donde participamos en el mismo proyecto. Fue un
gusto encontrarnos nuevamente y compartir este momento con algunos
colegas invitados y con mexicanos residentes en Nueva York que
estaban contentos de que estuviéramos ahí.
En compañía de Kapta —quien desde hace años
documenta mi trabajo fotográficamente, y ahora en video— pinté un
muro en Brooklyn que tuvo impacto en los transeúntes, ya que los
vecinos de aquella zona están familiarizados con el grafiti y me
hicieron preguntas interesantes: ¿con qué estás pintando, cuánto
cuesta un mural así, lo pintas con aerosoles?
Sin exagerar, la forma en que llegamos a Nueva
York fue muy especial, hasta espiritual, algo relacionado con la
energía. Primero, yo no tenía un muro asegurado para pintar una
pieza, así que tranquilamente acompañamos a otros colegas que
estaban pintando. En otro lugar, conocimos a Raz Laba, líder
espiritual de The Wailers y Peter Tosh, según lo supimos después,
cuando tuvimos más acercamiento con él.
Después, nos dirigimos a su estacionamiento
con él, donde pude pintar un muro increíble de ladrillos, clásico
de la arquitectura de esta ciudad. Un lugar que funciona como una
especie de almacén, que se ve desde la calle, donde se encontraba
una avioneta antigua, motocicletas antañas, pianos viejos y una
serie de artículos interesantes que sirven como materia prima con la
que diseñan, decoran y construyen los acabados del restaurante de
Raz Laba, que se encuentra a la vuelta de la esquina, a unos pasos de
donde pintamos. Todo esto creaba una atmósfera interesante, llena de
recuerdos e historias.
El mural que hicimos se titula El
gran salto. Previamente, estaba
interesado en explorar las formas de un chapulín, así que pintar
uno parecía una buena idea debido a su simbolismo y a la acción de
saltar tan alto, como sólo saben hacerlo los chapulines. La
referencia era, también, al gran
salto que hacen miles de
emigrantes provenientes de todo el mundo que llegan a Nueva York,
buscando el sueño americano y que, al mismo tiempo, han contribuido
a crear una de las ciudades más grandes, interesantes y diversas del
continente y el mundo.
Para mí fue una gran experiencia poder
compartir mi trabajo en este entorno y ciudad, capital del mundo y de
algunas corrientes artísticas y culturales. Estamos muy contentos y
esperando regresar.
¡¡¡Enhorabuena!!! ¡¡¡Genial!!!
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